La conjunción entre la ciencia moderna, metafísica y el modo de producción capitalista afecta al cuerpo del ser hablante con el exceso propio de la pulsión de muerte. Por un lado y en el terreno de la política, esto se presenta como biopolítica, modo de ejercicio del poder y de control de los cuerpos que requiere el capitalismo -plasmado en dictaduras y genocidios; y por otro, a nivel del ser hablante, como impulsividad, desenfreno de un goce infinito que retorna sobre el cuerpo en fenómenos que perturban el encuentro en el amor y el lazo social dando lugar a una clínica más allá del Nombre del Padre. Si el cuerpo es lo que se constituye a partir de operaciones de estructura que generan el espacio del ser hablante y su mundo, el hombre está acechado por lo inmundo, real que permanentemente puede invadir.
la biopolítica, el capitalismo y la tecnociencia moderna, dan cuenta de lo que les sucede a los cuerpos sometidos al control económico político por fuera de la norma, una acción en relación con la vida que se conjuga con la muerte. Entonces, lo abusivo y anárquico nos remite al exceso, a lo que del cuerpo escapa a la regulación que establece, en términos freudianos, el principio del placer abriendo a su más allá de donde: el cuerpo afectado por el exceso manifiesta ser un cuerpo de goce.
Y es justamente, a este desenfreno de la pulsión de muerte al que llamamos goce y si de pulsión se trata, el cuerpo está siempre implicado en ella. Ahora bien, la constitución del cuerpo es solidaria de la generación del espacio del ser hablante a partir de agregar imaginario para sostener a lo real y a lo simbólico por el anudamiento -tal como se constata en el estadio del espejo por el que se adquiere cuerpo y mundo, soporte de imagen que incluye al semejante. La alteridad se produce por la negación que Freud introdujo en la distinción yo/no-yo que evacua goce, evacua lo extraño y hostil del cuerpo.
Invito a todos a leer el post de Matias con el tema del día
Finalmente, aliento a cada uno a reflexionar sobre el concepto del día. Nadie más que nosotros podemos resignificar nuestro propio ser