En la Edad Media, la quintaesencia (del latín quinta essentia) era un elemento hipotético, también denominado éter (del latín æthēr y éste del griego aithēr). Conocido en épocas presocráticas como el quinto elemento, se le consideraba a menudo junto con los cuatro elementos clásicos de la naturaleza: tierra, agua, fuego y aire. El éter, o la quintaesencia, era una hipotética sustancia extremadamente ligera que se creía que ocupaba todos los espacios vacíos como un fluido. Más tarde fue usado por los físicos del siglo XIX como sustrato para la propagación de las ondas de luz, de la misma manera que el sonido se propaga en un cuerpo material, o las ondas en el agua, ya que parecía inconcebible que una onda se propagara en el vacío sin soporte material. Los experimentos de Michelson y Morley a finales del s. XIX mostraron la imposibilidad de medir la velocidad de la Tierra respecto a este hipotético medio, lo que llevó a Einstein a proponer su teoría de la relatividad especial y desterrar el concepto del éter como sustrato universal e intangible que permea el espacio vacío.
Sin embargo, la idea del éter o quintaesencia parece haber tenido un renacer en el concepto moderno de la energía oscura como sustancia responsable de la aceleración actual del universo. Ahora bien, esto no quiere decir que se trate del mismo sustrato, ni que hayamos abandonado la teoría de la relatividad de Einstein. El moderno éter satisface las leyes de la relatividad especial y general. Lo que ha cambiado es el concepto de vacío. Este describe un estado físico de ausencia de partículas, un espacio-tiempo sin materia, pero posiblemente con curvatura y, por tanto, energía.
Tal estado espaciotemporal es invariante bajo transformaciones de Lorentz locales, y además es covariante general. La única distribución de materia que satisface estas condiciones es una constante con dimensiones de presión, conocida como la constante cosmológica e introducida por Einstein en 1917 en su primer modelo cosmológico. Más tarde, con el desarrollo de la física cuántica y el descubrimiento del principio de incertidumbre de Heisenberg, se comprendió que el vacío de partículas no puede de hecho estar vacío de energía, pues siempre es posible crear pares virtuales partícula-antipartícula del vacío, que vuelven a desaparecer en un intervalo de tiempo infinitesimal, de acuerdo con el principio de incertidumbre. Esta «ebullición» de partículas virtuales contribuye a la energía del vacío exactamente como una constante cosmológica
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